HISTORIA
Por Mario Aggio*
A mediados de 1989, estando a cargo del Departamento de Docencia del Hospital Italiano de Bahía Blanca, pidió hablar conmigo el Dr. Enrique Rumiany, director médico del laboratorio Lederle, para proponerme la conformación de un grupo de hematólogos radicados en el sur del país. El 25 de octubre de ese año nos reunimos, aprovechando uno de los congresos de la SAH, en el Hotel Iruña de Mar del Plata varios de los sureños-patagónicos y decidimos concretar un grupo regional de trabajo que bautizamos Grupo Hematológico del Sur , estableciendo el límite norte en el paralelo 36º. Lederle ofreció un aporte económico inicial; obviamente proponía estudios clínicos que incluyeran fármacos de su producción, pero por otra parte no imponía restricción alguna para cualquier otra actividad.
La idea nos pareció feliz, y nos dedicamos a dar los primeros pasos. En lo que podríamos llamar una primera etapa, comprendida entre l989 y 1995, no resultó demasiado fácil: las distancias sobraban y los medios de transporte faltaban (recordemos que se trataba de una superficie de 765000 Km2 con una población de solamente tres millones de habitantes), pero despacito fuimos avanzando. Dada la enorme extensión del territorio, decidimos dividirlo en cuatro zonas, con sedes en Mar del Plata (Eduardo Ruberto); Neuquén (Manuel Passanisi); Trelew (Andrés Marino), y Bahía Blanca (Mario Aggio). Cada uno de nosotros, en carácter de coordinador, era responsable de difundir la idea en su zona, reclutar adeptos, ofrecer bibliografía y proponer proyectos. Los cuatro coordinadores nos reuníamos periódicamente en el Hotel Alpino de Buenos Aires para intercambiar novedades y organizar actividades.
En esos tiempos el sur argentino no estaba tan relegado como ahora por las líneas aéreas y podíamos elegir días y horas de vuelos… pero todo era a puro Remington y Olivetti, eh! Nada de emails, notebooks, blackberries, ipads, iphones, y otras ¿maravillas? actuales. En 1992 se decidió terminar con el sistema de cabeceras y designar un coordinador general, por razones obvias: la correspondencia, las actuaciones contables, los requisitos legales y la tesorería se diversificaban tanto que era prácticamente imposible estar al día con la ley.
Hacia 1993, las actividades habían declinado y las comunicaciones se hicieron poco frecuentes, tal vez por las dificultades inherentes a atender toda la patología hematológica en relativo aislamiento y con medios no siempre suficientes. Y también por la inveterada costumbre nacional de inaugurar cosas y después… pasado el entusiasmo inicial, bajarlas a un segundo (o tercer) plano. Entonces pasamos, como quien no quiere la cosa, a una segunda etapa a partir de 1996. Me gusta decir que fue una pueblada: nuevos hematólogos decidieron y exigieron revitalizar la idea.
Podríamos decir que en abril de 1996 y en Esquel, el grupo se refundó y ya no se pudo parar. En esos días tuvimos la presencia de tres autoridades de la SAH: el presidente anterior, el actual y el próximo, en las personas de Osvaldo Gioseffi, Elsa Nucifora y Arturo Musso; era una aceptación oficial de que el sur también existía y nos pidieron que los sureños que no eran todavía miembros de la Sociedad se incorporaran a ella (y así fue). La personería jurídica se nos otorgó en 1997.